domingo, 14 de febrero de 2016

Sensaciones y síntomas que son evidencias de posibles casos de posesión originados por un mal espíritu o ente desencarnado


Como hemos señalado ya en otras ocasiones, la mayoría de los casos de posesión, de obsesión o de perturbación espiritual que se producen, nada o muy poco tienen que ver con demonios en el sentido estricto de la palabra, sino que más bien son originados por malos espíritus. Por ello, y a petición de muchos lectores, en este artículo vamos a a enumerar las sensaciones más frecuentes y comunes -las que pueden expresar aquellas personas que se acerquen a nosotros en busca de auxilio argumentando la posibilidad de estar poseídas- que, por regla general, se constituyen en evidencias de posibles casos de posesión por parte de un espíritu, desencarnado o ente del bajo astral:
I. Profunda tristeza en el alma.
II. Flashes de rabia -de mayor o menor duración- contra sí mismas.
III. Pensamientos nocivos entre los que figura con frecuencia el del suicidio.
IV. Pérdida de fe en Dios.
V. Soledad ante la vida.
VI. Falta de amor y cariño por parte de los demás hacia ellas y viceversa.
VII. Dichas personas se sienten encerradas en sí mismas, convertidas en auténticas anacoretas a las que molesta todo tipo de relación social.
VIII. Depresiones profundas.
IX. Estados de ausencia; extraños vacíos mentales sin recordar qué han pensado, vivido o sentido en el transcurso de los mismos.
X. Oyen voces extrañas que hablan en el interior de sus pensamientos susurrándoles “consejos” escalofriantes, encaminados todos ellos a cometer acciones perniciosas, lascivas, e incluso a atentar contra la vida de alguien, incluidos sus seres más queridos.
XI. Visiones que igualmente pueden ser luces, sombras, o ambas a la vez, mezcladas, componiendo diabólicas figuras.
XII. Otro tipo de visiones compuestas por las siluetas de seres maléficos de naturaleza satánica, o animales monstruosos, espectros de difuntos, etc.
XIII. Apariciones sin que tengan conciencia de su realidad o irrealidad, en las que se les muestran figuras humanas con cara de chivo y cuernos, cabezas de cerdo o de toro. Estas figuras suelen metamorfosearse frente a los ojos de la persona supuestamente poseída, adoptando formas diferentes que van desde lo humano a lo demoníaco, pasando por lo animal.
XIV. Aparición súbita de seres angelicales, y también de la Virgen María, de Jesucristo, o de cualquier santo. Son engaños, falsas apariencias con las que esos espíritus negativos pretenden hacerse pasar por lo que no son.
XV. Experimentar la sensación de que “alguien” les toca cuando están dormidos en el lecho, la mayor parte de las veces con finalidad lúbrica o sexual, ya que los toques o caricias suelen notarse en la parte genital o zonas erógenas del “atacado” ó “atacada”. En la Edad Media, estos casos eran atribuidos a íncubos y súcubos.
XVI. Roturas de objetos situados en lugar seguro, sin que exista explicación lógica y razonable a tales hechos.
XVII. Presencia de sombras, ruidos o desplazamiento de enseres de un lugar a otro de la casa (especie de movimientos telequinésicos) sin causa física justificada.
XVIII. Flashes de asombro y estupefacción, de terror incluso, cuando al mirarse al espejo, en vez de verse reflejada la persona que está frente al vidrio pulido y metalizado, se encuentra con una imagen que no es la suya o que no lo es en su totalidad, llegando a no reconocerse como ella misma.
XIX. Convencimiento psíquico íntimo de que algún mago negro o brujo le está maleficiando, obstruyendo con sus malas artes el natural desenvolvimiento de su vida profesional e íntima.
XX. Súbita repulsión hacia el/la cónyuge en el aspecto sexual, deseando sustituir las anteriores relaciones carnales con él/ella  por actos solitarios de masturbación.
XXI. Reiterados fracasos personales, profesionales, laborales, bursátiles, familiares y deportivos.
Cuando alguien se presenta ante nosotros exponiendo uno, varios, o los veintiún puntos íntegros que acabamos de enumerar, nos encontramos ante un porcentaje de posibilidades muy elevado de que esa persona esté poseída, o se halle bajo la influencia, sea benigna o maligna, de un alma que ya dejó su cuerpo de carne en la tierra y que no encuentra la paz ni el camino que conduce al perdón, la misericordia y clemencia que Dios nos concede por los méritos de nuestro Señor Jesucristo.
A nosotros, como exorcistas y sanadores espirituales por la gracia de Dios, nos corresponde la (muchas veces no fácil) tarea de discernir si la persona poseída lo está por un alma en pena o un espíritu de las tinieblas que quiere corromper, enviciar, destruir y quizás incluso matar al poseído, ya sea empujándolo al suicidio o por medio del dominio de su mente, para que a estas personas que sufren dicha perturbación espiritual les declaren depresivos, bipolares, esquizofrénicos, paranoicos, obsesivos, maníacos, visionarios, delirantes, psicópatas y/o demás diagnósticos y teorías a los que son proclives los psiquiatras y psicólogos, amparándose en la sintomatología que les describen sus tratados psiquiátricos; sin ser conscientes esos profesionales de que la realidad de lo que está sucediendo a dichas personas es muy distinta y de que no están ni son enfermos, sino que únicamente padecen la posesión de un ente desencarnado.

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