domingo, 1 de noviembre de 2015

ROMPIENDO EL VELO MENTAL





Recordando nuestro trabajo mental en el discipulado, tres velos han de ser corridos para hacer contacto con niveles superiores de consciencia: el velo astral, el velo mental y el velo espiritual. Ya hemos visto cómo la ruptura del velo astral implica el ser conscientes de cómo el pensamiento es modificado por la emoción  y el sentimiento y está asociado a individuales recuerdos arquetípicos mentales y emocionales que están actuando automáticamente en nosotros desde el momento mismo en que fueron implantados. Estos individuales arquetipos emocionales actúan como improntas que condicionan nuestro actuar, hablar, sentir y pensar y nos llevan al desarrollo de hábitos cuyo poder trasciende a la muerte. Los llevamos encarnación tras encarnación. Cuando los hábitos son dañinos para otros o para sí mismo se convierten en verdaderas anclas que impiden el progreso evolutivo y el desarrollo de la consciencia.

Cuando nos hacemos totalmente conscientes del pensamiento condicionado por la emoción y tratamos de corregir nuestras tendencias mediante la voluntad que conduce a la recta acción, entramos primeramente en el mundo del sentimiento o emoción cósmicos originales arquetípicos y posteriormente comenzamos a entrar realmente en el mundo del pensamiento puro. Para hacerlo realmente es necesario descorrer el velo mental generado por el pensamiento crítico destructivo, cuya fuente son los juicios, tras de los cuales se halla el egocentrismo que constantemente busca encontrar fallas en otros para hacer que el ser egóico se sienta superior a los demás. Igualmente, los pensamientos asociados a la maldad, propia de la naturaleza inferior que busca su propia obtención de satisfacciones egoístas sin importar si esto genera daño colateral, forman una espesa cortina que impide la percepción del pensamiento arquetípico puro. El sentimiento cósmico puro que es la fuente que nutre al verdadero místico y el pensamiento abstracto puro que es la fuente que nutre al verdadero meditador contemplativo constituyen verdaderamente dos grandes poderes del alma.  Estos dos no pueden ser percibidos en tanto no se purifiquen el pensamiento ordinario, el habla y la acción.

Purificar significa literalmente eliminar impurezas y aquí se refiere a las pesadas cargas de las emociones negativas, los pensamientos destructivos o distorsionados, los malos hábitos mentales y las acciones de maldad. Todo esto constituye un pesado fardo que hunde al ser en los niveles más densos de cada mundo y lo acercan más hacia la animalidad, en el sentido en el que solo buscará la satisfacción de emociones y fuerzas instintivas que le permiten la supervivencia. Aliviar la carga permite elevarse a los niveles superiores de cada mundo y contactar con la fuerza espiritual de alta vibración que por allí fluye y la cual a su vez constituye un escudo poderoso contra las vibraciones negativas de las impurezas.

El pensamiento se proyecta al habla y ésta a las acciones. Un hombre puede ocultar la naturaleza de sus pensamientos pero no la de sus palabras ni la de sus acciones. Estas dos cualidades del ser nos sirven para evaluar la calidad del pensamiento ordinario y el tamaño y fuerza del ego. Romper el velo mental implica abandonar por completo ese pensamiento ordinario, lo cual implica abandonar totalmente las vanas palabras y darle a éstas el verdadero sentido de su poder. Igualmente implica alejarse de las vanas y perversas acciones. Esto implica la liberación total del condicionamiento mental.

Un caminante del sendero puede lograr con eficiente persistencia la ruptura del velo mental. Para ello es fundamental que vigile el mecanismo del pensar. Se trata de pensar acerca del proceso mismo de su pensamiento. Es necesario darse cuenta de que el pensamiento ordinario divaga, saltando de una idea a otra, de una imagen a otra, siguiendo descontroladamente el mecanismo automático de asociación, como una mariposa que vuela de flor en flor. En este proceso recorre los archivos mentales de memoria, efectuando constantemente un proceso comparativo entre lo que percibe y lo que está guardado en los depósitos de la mente, allí donde está justamente todo el condicionamiento que es preciso dejar separado en el proceso del pensar. Igualmente, la mariposa mental va del pasado al futuro centrándose ordinariamente en lo que vivió, dándole especial y fuerte valor a la experiencia personal como si fuera la fuente de máxima sabiduría y no teniendo en cuenta que cada ser humano vive la experiencia desde su propia distorsión de la realidad. Y si no ha superado totalmente la conexión entre pensamiento y deseo, el cual es la más poderosa garra del ego, la mente volará al futuro, soñando despierta con la satisfacción de sus anhelos. El pensamiento ordinario se mueve constantemente en una línea del tiempo, hacia adelante y hacia atrás y rara vez se centra en el presente.




Es necesario, para entrar en el reino del pensamiento puro, enfocar la mente en el aquí y ahora, todo el tiempo, sin distracciones. Prueba de ello será que en las conversaciones, consigo mismo o con otros, la palabra se referirá al presente y evitará volar, a través de descontrolados mecanismos, hacia historias paralelas, hacia comentarios personales, a veces jocosos, que no vienen al caso, para resaltar la experiencia o el conocimiento de la experiencia de otros, todo lo cual no es más que un excelente truco del ego para mostrarse docto  o llamar la atención y en el peor de los casos para sabotear al interlocutor tratando de ganar protagonismo.. Este juego de la mente en el tiempo o secuencialidad remite constantemente al pensador a mecanismos racionales y le distancia por completo de la mente intuitiva, del mundo del pensamiento abstracto puro.

Romper el velo del pensamiento es impedir la interferencia del yo en el proceso y terminar con la divagación mental y la fluctuación. Es terminar también con la recurrencia a abrir archivos de memoria. El pensamiento puro no es el resultado de la memoria. Reducir el proceso mental a recordar es un completo desperdicio de energía y poder.

Cuando se logra entrar en el estado del pensamiento libre de emoción y sentimiento, la mente adquiere fuerza y poder telepático. Cuando se entra en el mundo del pensamiento  abstracto puro, se conecta con un mundo extraordinario de luz interior que le permite a la mente obrar sobre la realidad. El pensamiento puro reviste a la totalidad de la mente y la palabra corregida toma el lugar del pensamiento mariposa, lo cual conduce a acciones coherentes con el mundo interior. Si todas estas vestimentas del ser, a saber, acciones, palabras y pensamientos, son rectificados, las superiores cualidades del sentimiento cósmico y el intelecto arquetípico puro que conecta con la luz interior, pueden entonces ser manifestadas para iluminar no solo al ser que se purifica sino a todo lo que está a su alrededor, con un poder real y efectivo. Las inconsistencias e incoherencias en el pensar, sentir, hablar y actuar, solo mostrarán un proceso mental contaminado, propio de seres donde el ego gobierna,  que no ejerce un poder de transformación real ni tiene ningún poder consciente sobre la realidad. El único poder de una mente mariposa que lleva a un hablar vacilante y cambiante, a hablar por hablar, por llenar espacio de conversación y a un actuar desordenado, es el poder de atraer automáticamente el karma, que no es otra cosa que el desorden que el ser mismo ha generado.


Si bien la meditación es un excelente ejercicio para la observación de nuestro mecanismo del pensar y para el desapasionamiento de la mente, rompiendo la conexión entre pensamiento y emoción o sentimiento,  la actitud contemplativa, el observar simplemente lo que es sin que la memoria o la definición limitante intervengan, sin que la mente reaccione para estar o no de acuerdo con la realidad, es un ejercicio elevado que aquietará a la mente mariposa y la desconectará del vaivén temporal, es decir de ese ir y venir hacia el pasado y el futuro que nos alejan de la magia del eterno presente.

Si deseamos alcanzar la paz permanente, lo cual es el estado de perfecta dicha o felicidad, en ausencia de cualquier forma de sufrimiento, es necesario elevarnos al mundo del intelecto puro, lejos de toda forma primitiva u ordinaria de pensar. Hay que estar atentos, en estado de alerta permanente, en paz, para alejarnos de cualquier conexión del pensamiento con la emoción, con el pasado, con nuestra historia personal que no es otra que la historia del ego. También es necesario aclarar constantemente la mente en relación con lo que ocurrirá. Hay que apartar la mente de ello y esperar pacientemente y con sosiego la realización del único plan que existe que es el Plan del Creador. Si el pensamiento lleva a la ensoñación despierta movido automáticamente por los deseos del yo, hay que frenar este desperdicio de energía. Solo si se alcanza una plena fusión con el Creador se puede tener certeza del futuro; mientras tanto solo damos lugar a vanas especulaciones de la mente.

Constantemente debe el aspirante al despertar de la consciencia superior traer a su mente al presente, al aquí y ahora y aplicar su voluntad a la corrección de los vicios del  pensamiento, teniendo la claridad de que recordar no es vivir sino simplemente repetir una y otra vez la historia egoica del ilusorio yo y soñar con el futuro no es más que recrear el guión de una nueva novela en la que el yo cambia la escenografía y tal vez el personaje pero en el fondo sigue siendo el mismo actor. Estas dos cosas nos atrapan en la ilusión de la eternidad de esta personalidad, es decir en la trampa del yo, del ego.


El aspirante neófito puede sentirse aterrorizado cuando intenta permanecer en el presente pues si no recuerda su historiografía personal y no cede a la dulce ensoñación del mañana sentirá de repente que hay un gran vacío en el que seguramente puede dejar de existir. Hay que desterrar este temor ya que lo único que ocurrirá es que se comenzará a vivir realmente, lejos de la ilusión sensorial y del falso mundo creado por la mente que vive en el nivel del pensamiento ordinario. En ese vacío surgirá la luz de la sabiduría y se precipitará a la mente un verdadero raudal de conocimiento cósmico, pues la mente dejará de ser una vasija oscura y caótica para convertirse en una mente iluminada cuando el yo se diluya y se funda con el vasto océano Divino al igual que un río que ha llegado al mar.  Todo el karma acumulado cesará en ese preciso instante. Todo sufrimiento habrá dejado de ser en esa mente libre que ha roto el segundo velo.

Alipur Karim  

EL DESPERTAR



Es en ese desierto de tu soledad del "yo" cuando dejas de comer tanto conocimiento indigesto y tóxico y te purificas mentalmente.
Te preguntas si tú eres el pensamiento, si tú eres quien por dentro hace las preguntas y si es así, entonces quién es el que escucha. 

Ves que esto no es más que un juego, una ilusión.
Te descubres a ti mismo, te hallas interiormente y descubres que en realidad eres otro sin el "yo" que tanto cacarea en tu pensamiento. 

Te sientes que eres otro cuando te observas más allá del pensamiento. Hallas un Yo más elevado, sabio, que habla en el silencio del desierto, como el rumor del viento. Entonces te aparece un tentador, que no es otro que tu "yo" mental que te ofrece nuevamente los caminos del poder, de la codicia, de la pasión, de la vanidad y del deseo. 
Pero tú lo ves claramente y descubres que hace mucho tiempo, un poco después de que aprendiste a hablar cuando eras niño, fuiste desplazado de tu cuerpo por este demonio. Fuiste invadido por este parásito llamado pensamiento egoico. Entonces le haces callar y le expulsas de tu vida. 
Vuelves a ser tú y te das cuenta que eres sabio, bondadoso, humilde, honesto, amoroso y que todas esas cualidades siempre han estado ahí, dormidas aún por varias encarnaciones. Y al ver la Luz interior que nuevamente brilla, cuando se ha corrido el velo de la ilusión y la oscuridad, regresas del desierto y hallas un camino estrecho, casi oculto, poco transitado, con un letrero modesto y bien disimulado que dice: “camino del discipulado”. 
Sientes cierto temor y a la vez una leve vanidad provenientes de tu viejo "yo" que aún se asoma a las vecindades de tu aura, pero no te acobardas ni te dejas ensalzar. Te moderas, le reprendes y avanzas. 
No bien das unos pocos pasos, apartando la maleza de tus emociones, ves el maravilloso resplandor de un discípulo de un verdadero Maestro que te ha estado esperando pacientemente desde hace varios años cuando por vez primera vio brillar en ti ese mágico punto de luz en el corazón.
Tú, caminante, te preguntas entonces si es en verdad un enviado del Maestro o no es más que algún espejismo del desierto.


Este amigo no te ofrece nada que sea fácil de alcanzar. No te pide ningún requisito externo. Nada de dietas especiales, nada de abluciones ni de trajes. Tan solo te muestra un espejo y te pregunta a quién ves.
- Soy yo el que se ve reflejado allí.
- Ese que ves allí no es más que un espejismo. No eres tú. Es lo que crees que eres o lo que te han dicho que eres. 

- En el desierto descubrí que soy en verdad un Yo Superior pero ese no se ve en el espejo.
- Has de caminar con este espejo largo tiempo y trabajar en tu mundo interno hasta que veas quién eres.
- ¿Y cómo podré hacer eso?. Mis ojos siempre verán la cáscara externa y esa será la que se refleja.
- Entonces no mires con tus ojos ordinarios. Aprende a mirar con tu ojo interno y mírate en el espejo de tu alma. 

- ¿Y cómo haré esto?
- Medita largo tiempo, sé auténtico, honesto, transparente, escucha en el silencio de tu ser. La luz espiritual que hay en ti es tu verdadero Sendero hacia lo eterno, hacia la paz que tanto anhela tu corazón. Síguela. Es el único Maestro que debes buscar.
- ¿No me llevarás tú al Maestro? Tú le conoces!
- Sí que le conozco, pero nadie puede llevarte al Maestro. Tal vez pueda indicarte algunas pautas para que por este camino te halles a ti mismo. Si lo haces estarás a los pies del Maestro. Es él quien te hallará.


Tú, caminante, sigues al discípulo pero ves que el camino es pedregoso, angosto, en medio de trampas y desfiladeros y siempre cuesta arriba. Te asaltan dudas y temores.
- No es fácil el camino
- Nadie dijo que era fácil! El Maestro vendrá a ti cuando hayas recorrido más de la mitad del Sendero hacia la cima. Nunca viene más abajo! Siempre vive en las alturas. 

- ¿Podré salvar tantos escollos? ¿No hay un camino más seguro? ¿Tal vez algún atajo secreto?
- Todos los atajos te llevan al desfiladero. Camina paso a paso si no tienes luz. No camines jamás en la oscuridad. La única luz que te puede guiar es tu luz interior. 

- Solo la he visto en el desierto, pero ahora que he vuelto a recorrer caminos la he perdido.
- Entonces detente y búscala. No camines en la oscuridad. Allí nadie te guía y hasta tu propia sombra te es ajena. Esfuérzate en romper la oscuridad de tu pensamiento. Ve más allá. Adéntrate en los senderos internos de tu alma, ausculta tu corazón más allá de todo vano sentimiento. Ahí está. Ahí ha estado siempre!
- Guíame tú. Muéstrame tu luz. 

- Si tu ojo interno no está abierto, solo verás vagos reflejos. Solo si hallas tu luz verás mi luz. Es la misma! Pero solo puedes verla con tu ojo interno iluminado.
- ¿Y si intento simplemente imitarte?
- Dejarás de ser tú y te convertirás en un reflejo. Te perderás en un "yo" que no conoces. No te busques en mí, no soy más que un espejismo que se desvanece como una nube en el cielo. Mi "yo" muere diariamente. Sigue solo a tu luz. Medita para hallarla y si es necesario ¡regresa al desierto!
- Entonces ¿para qué estás aquí? 

- Para mostrarte el espejo! Para decirte que si no matas al dragón de tu ego y a todos los demonios de tu mente, te tirarán al desfiladero. Para decirte cuáles son los demonios de tu ego. Yo solo soy el portero del camino y un guardián que te advierte que en el sendero del discipulado el ego no está invitado. Si intentas caminar con él terminarás de seguro en el abismo. Más te valdría haber seguido por los viejos caminos, esos que implican grandes sufrimientos generados por la ilusión y la ignorancia y que terminan en los pantanos de la muerte y te llevan a despertar en otra vida para volver a iniciar el recorrido, porque finalmente el sufrimiento es una fuerza que corroe la coraza de tu ego y permite que después de largas edades la luz aflore. 
- Pero ya estoy hastiado de los senderos de la muerte.
- Entonces enfréntate al dragón y vive. Sal de la ilusión de tu ordinario pensamiento. Ve más allá de tus sentidos. Los demonios crean en tu mente maravillosas fantasías con los que ellos perciben. Jamás verás la realidad con ellos. Fueron hechos para percibir solo en el mundo físico y es lo único que verás con ellos.

Tú caminante sigues fielmente las instrucciones del discípulo. De vez en cuando éste te hallaba en algún recodo del camino y te traía algún bálsamo para tu alma. Una que otra vez te advirtió de algún inminente peligro. Cada cierto tiempo te volvía a mostrar el espejo y preguntaba a quien veías. Una y otra vez te mirabas en el espejo y cada vez veías más borroso el reflejo de tu "yo". 

Un día lejano, después de haber recorrido el camino con atención, con total concentración para no caer en una trampa, con gran discernimiento para decidir en cada bifurcación, siguiendo a la luz de tu alma que cada vez iluminaba más tu ojo interno, meditando a veces largas horas para hallar el rastro de la divinidad interior que te revelaría el misterio del sendero, apareció el discípulo con el espejo del "yo".
- ¿A quién ves?
- Solo veo luz. No hay reflejo, no hay imagen, no hay espejo. Solo veo un destello de mi propia alma y veo que mi luz se confunde con tu luz. 


Entonces se oyó una voz como el rumor de muchas aguas. Era la voz del Maestro:- Bienvenido al camino del discipulado. Aquí es donde comienza tu entrenamiento para llegar a la cima. Yo te acompañaré de vez en cuando y alumbraré el camino con mi lámpara para que tu pie no tropiece, pero mi espíritu siempre estará contigo porque has logrado vencer a tus demonios internos y ha muerto tu ego. Mereces ahora el ser admitido en el templo de los que se capacitan para ser iluminados. Yo solo seré una luz en el camino. Tú deberás hallarlo solo, hasta que tu luz interior se confunda con la mía. Entonces recorrerás los senderos de los Grandes Iniciados y llegarás a la puerta de la iluminación para fundirte con el Todo. Allí, antes de entrar, morirá también tu Yo superior y te sentirás como un cristal que se disuelve en el océano de la Divinidad y al disolverte sabrás que siempre fuiste el océano.

Fuente desconocida, 
extraído de Alipur Karim.