Interior (mi interior): música.
Nueva marcha por la selva. Esta vez para buscar unas hojas misteriosas a partir de las cuales voy a tener que fabricar mi propio instrumento musical, mi chacapa. Este instrumento deberá captar las energías malas, si se dan, y deberá también reemplazarlas por energías buenas y marcar el ritmo que nos ancla a la tierra.No caminamos demasiado tiempo. Estoy hiperexcitada porque voy a ver el árbol que fabrica instrumentos de música. Imagino violines colgados de las ramas, me imagino una cosecha de flautas... Francisco se detiene ante lo que parece un macizo de helechos acanalados. ¿Éste es el árbol de las chacapas? Francisco sonríe.Me parece percibir una brizna de condescendencia que levanta su bigotillo. Bueno, ¿qué pasa? ¡Yo me crié en la sabana, no en la selva!Mete la mano entre las hojas. Detecta las hojas buenas, y las palpa, las acaricia antes de cortarlas. Después escucha el sonido que hacen las hojas, igual que se escucha el sonido de la madera en la que se va a tallar un violín. En ese instante tengo la impresión de encontrarme en la génesis de los gestos que van a engendrar la música. Esos mismos pequeños gestos que estarán llevando a cabo millares de fabricantes de instrumentos pero que un día «inventó» un primer humano al escuchar el sonido de una hoja, o el sonido de un pedazo de madera... Sí, de alguna manera, se divirtió «organizando» los sonidos que de ahí surgían, y ese día nació la música. ¿Qué sorpresa, qué emociones sintió su creador? Quizá las mismas que yo, ahí, con esa hoja quecanta en mi mano.Francisco me muestra la hoja acanalada que tiene la forma de un fuelle de acordeón, de un color verde oscuro.Mide una veintena de centímetros de largo por tres o cuatro centímetros de ancho. Escoge siete ramas, una por cada nivel del universo.Vuelta a la choza-cantina para ensamblar las siete ramas con una cinta hecha de corteza que se parece a la rafia. Así formamos un bonito ramo de hojas frescas. Francisco prueba mi primera chacapa. ¡Suena la mar de bien! Me la entrega. ¡Qué bonito regalo! Me lo llevo a mi universo, que murmura de alegría.Ahora Francisco me enseñará a cantar mi primer ica-ro, el del ajo sacha. Espero ese nuevo lenguaje como la revelación de la contraseña que me abrirá la puerta al mundo de los espíritus. ¡Y cuando pienso que ese lenguaje es el de la música! Éxtasis. Francisco me explica que cada planta tiene sus propios icaros y que hace falta aprenderlos todos para poder entrar en contacto con el espíritu de cada una de ellas.Empieza por silbar una melodía muy sencilla. No sé por qué pero me esperaba algo más complicado. Entonces empieza a cantar. Escucho, y luego canto con él. Emoción de una voz que sostiene a otra para guiarla hacia una nueva dimensión. Francisco me muestra el ritmo que debe acompañar al canto. Utilizo mi chacapa. Cantamos. Parece satisfecho,henchido de alegría. No hay más que seguir practicando. Le pregunto a Francisco si es importante que cante ala misma velocidad que él.—¿A la misma velocidad que yo? —murmura—. ¡Eso quiere decir que no has entendido nada! Cuando le hablas a alguien, ¿a qué ritmo pronuncias las palabras? ¿Al mismo que tu vecino?—No, supongo que no —respondo avergonzada—. Hablo a mi velocidad, claro.—Entonces, ¿por qué ibas a tener que hablar a las plantas con mi ritmo? La música es tu medio de expresión,es tu lenguaje, y debes decirla siguiendo el tuyo.Silencio. Pienso, y pienso que tiene razón. Sonríe...
No hay comentarios:
Publicar un comentario