Pitágoras consideraba que la esencia última de la realidad se expresaba a través de números. Los números eran el medio para percibir lo que de otra forma podría permanecer inalcanzable tanto para el intelecto como para los sentidos. A Pitágoras se le ha atribuido el descubrimiento de las proporciones de los principales intervalos de la escala musical. Para sus seguidores, las distancias entre los planetas -las esferas- tenían las mismas proporciones que existían entre los sonidos de la escala musical. Cada esfera producía el sonido que un proyectil hace al cortar el aire. Las esferas más cercanas daban tonos graves, mientras que las más alejadas daban tonos agudos. Todos estos sonidos se combinaban en una hermosa armonía: la música de las esferas.
Para Platón, el mundo era concebido como un gran animal dotado de un alma propia. En el Timeo, uno de sus diálogos, afirma que el alma del mundo se había hecho de acuerdo a las proporciones musicales descubiertas por Pitágoras. No todos los pensadores de la antigüedad creyeron en la música de las esferas; Aristóteles, por ejemplo, se mostraba ciertamente escéptico ante estas creencias. Sin embargo, la creencia en algunas religiones de la existencia de ángeles en el universo junto con la música de las esferas dio origen a lo que se conoció como "música celeste".
A finales del XIX, los físicos descubren que los rayos de emisión que se producen de una des-excitación del átomo se expresan mediante una fórmula única compuesta de números enteros, similares a los intervalos musicales.
Esta tradición que consideraba al Universo como un gran instrumento musical se prolonga durante la Edad Media y hasta el siglo XVII. Dejaron constancia de estos hechos autores como Kircher, que hablaba de "la gran música del mundo", o otros como Fludd, que concebía un Universo monocorde en el que los diez registros melódicos evocados por los pitagóricos traducían la armonía de la creación.
Sin embargo, fue el astrónomo Kepler quien postuló que las velocidades angulares de cada planeta producían sonidos. Estableció que un astro emite un sonido que es más agudo en cuanto su movimiento es más rápido, por lo que existen intervalos musicales bien definidos que están asociados a los diferentes planetas.
Kepler, astrónomo alemán del siglo XVII, logró resumir en tres leyes simples todos los datos sobre la posición de los planetas de que disponían en sus tiempos. Para su concepción del universo, se apoyó en los mitos de Platón y en el sistema de Copérnico que planteaba que el Sol era el centro en torno al cual giraban los planetas, y estableció un modelo del universo basado en la geometría. Su aportación significó una ruptura con la tradición astronómica al describir las órbitas planetarias como elipses y no como círculos y reconocer que la velocidad de los planetas varía al cambiar la posición en su órbita.
Kepler anunció sus dos primeras leyes en 1609. Le llevó nueve años más publicar su tercera ley en lo que consideró su libro más importante, "Las armonías del mundo". Siguiendo la tradición de los filósofos pitagóricos, pensaba que sus leyes debían expresar la armonía musical del cosmos. Kepler estudió cuidadosamente las órbitas de los planetas para establecer una relación entre el movimiento de estos cuerpos celestes con la teoría musical a la que se refirió como de Tolomeo, pero que había sido planteada por Gioseffo Zarlino.
Finalmente, en su libro Harmonices Mundi, planteó que las velocidades angulares de cada planeta producían sonidos consonantes. Asumida esta creencia, escribió seis melodías: cada una correspondía a un planeta diferente. Representó la velocidad angular de cada planeta en un pentagrama musical; la nota más baja correspondía al caso más alejado del sol y la más alta al más cercano, y la relación entre los pares de velocidades angulares es muy cercana a la que define estos intervalos musicales. Al combinarse, estas melodías podían producir cuatro acordes distintos, siendo uno de ellos el acorde producido en el momento de la creación del universo y otro el que marcaría el momento del fin del universo.
Kepler escribió: "El movimiento celeste no es otra cosa que una continua canción para varias voces, para ser percibida por el intelecto, no por el oído; una música que, a través de sus discordantes tensiones, a través de sus síncopas y cadencias, progresa hacia cierta predesignada cadencia para seis voces, y mientras tanto deja sus marcas en el inmensurable flujo del tiempo."
Lo que Kepler no podía imaginar es que en el S.XX el satélite TRACE (Transition Region and Coronal Explorer) de la NASA confirmaría y reforzaría sus teorías. Aunque éstas se basaban en la noción de armonía universal, se ha descubierto que la atmósfera del sol emite realmente sonidos ultrasónicos e interpreta un melodía formada por ondas que son unas 300 veces mas graves que los tonos que pueda captar el oído humano.
Una de las más recientes teorías físicas describe a las partículas elementales no como corpúsculos, sino como vibraciones de minúsculas cuerdas, consideradas entidades geométricas de una dimensión. Sus vibraciones se fundan en simetrías matemáticas particulares que representan una prolongación de la visión pitagórica del mundo y la recuperación, en la más moderna visión del mundo, de la antigua creencia en la música de las esferas.
"Música de las esferas" es por tanto otro ejemplo de la interrelación de diferentes estudios gracias a la matemática o numeralización aplicable a ambos campos. En este caso, Kepler conoce los procesos matemáticos aplicados en las teorías musicales y en las leyes de la armonía, y así consigue relacionarlo con las leyes matemáticas aplicadas a los conocimientos astronómicos de su época. Nuevamente, un autor visionario que formula teorías que siglos después, gracias al desarrollo tecnológico, consiguen confirmarse.
Natalia González (AVD'05)
No hay comentarios:
Publicar un comentario