martes, 1 de noviembre de 2016

Chamanas


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La mujer mujer aportó a la Humanidad numerosos hechos culturales y sus creaciones surgen de sus necesidades cotidianas. Se la reconoce como iniciadora o inventora de cosas tan importantes como la agricultura, diversas técnicas de transformación de productos alimenticios, la antigua farmacopea, el uso de minerales, cerámica y alfarería para almacenar productos, técnicas para curtir pieles o para tejer sus vestimentas y abrigos, herramientas que le ayudasen a realizar sus quehaceres diarios, etc…
Rescatemos el papel jugado por la mujer en los inicios de la cultura humana: cuidaba a sus hijos y les brindaba educación, adoptando rol de educadora; sanaba a los enfermos o heridos, siendo entonces curandera, se ocupaba del culto a la Gran Diosa Madre como su sacerdotisa, y podía ser todo aquello que fuera necesario. La madre era la jefa de las bandas y tribus que iban de un sitio a otro en la etapa nómade, cuando aún no se habían domesticado plantas y animales, y los alimentos se extraían directamente de la Naturaleza. Como cabeza de familia, tenía dentro de estas formaciones el papel principal. Era el centro del hogar y de la civilización en sí misma, ya que constituía la figura más importante, la que no podía faltar en función de la continuidad de esa sociedad.
Analicemos entonces las múltiples funciones de la mujer. Dar vida, preservarla por medio del alimento y de la sanación, protegerla a través de su comunicación con la Gran Diosa y acompañar a las personas en el momento de su muerte.
Es lógico pensar que se consideraba a la mujer como un ser con un inmenso poder. Un poder mágico. Un gran secreto. Este poder prodigioso, con el advenimiento de las culturas patriarcales, se constituyó en una de las preocupaciones principales de la parte masculina de la población: los hombres querían tomar, controlar y emplear ese poder para sus propios fines. Para lograr este objetivo, debían anular la figura de la mujer como centro de la sociedad, degradarla, someterla. Pasamos entonces de ser chamanas y sacerdotisas a convertirnos en curanderas y brujas.
 
¿Qué significa realmente el término chamana? :
Ella era la mujer sabia que dominaba el arte de utilizar las energías para la sanación íntegra de la persona: el cuerpo, la mente y el espíritu. Es por eso que, en las tribus aborígenes de Estados Unidos, se la conocía con el nombre de “mujer medicina”.  En las sociedades primitivas, se recurría a ella no sólo para que utilizara su poder de sanadora en caso de enfermedad. También era buscada cuando eran necesarios consejos ante cualquier contingencia, ya que se la consideraba una mujer experimentada, y por lo tanto sabia. Su función como partera era vital para preservar la salud tanto de la madre como de los nuevos bebés que ayudaba a nacer, y de esta manera ayudar a la preservación de la vida. Del mismo modo, estas mujeres facilitaban el nacimiento de las almas en el Otro Mundo, asistiendo a las personas en el momento de la muerte. También se las conoce como “Mujer de Conocimiento” o “la que Sabe”.
El arte de poseer el dominio sobre el reino de los espíritus y sobre las energías, para ser aplicado en la curación física pertenecía con exclusividad a las mujeres. Con la llegada de las sociedades patriarcales este arte fue usurpado por los varones prácticamente en todas las culturas. Así, la palabra “chamán” comenzó a asociarse al hombre que sanaba, y las mujeres que antiguamente ejercían la función de “chamanas” comenzaron a ser designadas con el término “bruja”, cuyas connotaciones eran negativas. La bruja no sana, ni está relacionado con lo bueno. Esta palabra ha sido utilizada para denigrar a la mujer sabia y para justificar el asesinato de millones de mujeres, durante el período de la Inquisición.
La palabra “curandera” es también utilizada para definir la antigua función de chamana. En la actualidad este es un término frecuentemente asociado a la “ignorancia” y a la “superstición”. Pero la realidad nos demuestra que aún hoy, en poblaciones en donde la distancia no permite a sus pobladores acceder a hospitales o clínicas, son estas curanderas las responsables de velar por la buena salud de la comunidad.
Veamos las cosas con perspectiva, nosotras quizá no seamos brujas. Pero sí nos consideramos, a partir de la revalorización de nuestra unión con la Diosa y de nuestros arquetipos internos que realizamos en este libro, como “sacerdotisas”. Sacerdotisas de nosotras mismas. Pero ¿sabemos lo que ese término implica en realidad? Veamos que nos dice de él una experta en el tema:
“Sacerdotisas: el papel de sacerdotisas fue tan fuerte en esta época (matriarcado),
estas mujeres de la aldea eran expertas en magia de la naturaleza, la curación y las relaciones entre las personas y tenían la capacidad de interactuar con las estaciones, su propio ciclo menstrual y su intuición, ayudaba y guiaba a sus semejantes en lo concerniente a la vida y la muerte, actuaba como iniciadora y transformadora valiéndose de los rituales de transición, y dirigía las ceremonias estáticas que llevaban la unión, la fertilidad y la inspiración a su pueblo”.
“Estas mujeres simbolizaban el equilibrio de la conciencia y las energías femeninas dentro de la sociedad y de la religión de la Diosas. Las sacerdotisas, hechiceras, chamanas o brujas tienen la capacidad de transmitir los poderes de lo divino y esta es una capacidad típicamente femenina que proviene del propio conocimiento del ser. Convertirse en sacerdotisa significa bucear interiormente.”Ahora que conocemos bien la historia y el significado de los términos recordemos, buscando en nuestra memoria ancestral, toda esa sabiduría olvidada y esa comunión con nuestros poderes perdidos. Rescatemos a la chamana, a la curandera, a la bruja y a la sacerdotisa que llevamos en nosotras y hagámosla renacer en nuestro interior.
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