“Esta mañana tuve una bonita conversacion con Alejandro sobre el tema de las enseñanzas y de cómo se comunican a un público siempre más amplio. Cuando hablo de enseñanzas me refiero tanto a la psicología (con figuras carismáticas como Freud, Jung o Lacan) como al esoterismo o a la espiritualidad (Gurdjieff, Krishnamurti, Sri Aurobindo…).
La palabra “gurú”, en sánscrito, signific
a “maestro”, “guia espritual” y hasta “divinidad encarnada”. Tiene dos etimologias principales : ” desde las tinieblas” (gu) “hacia la luz” (ru) y “pesado, cargado” (lleno o llena de sabiduría, venerable). Un gurú puede ser enseñante de danza, música o cualquier otra cosa, pero él, en sentido clásico, es el jefe de una escuela espiritual.
Me parece muy interesante observar los matices entre lo que es un enseñante, un profesor, y un gurú carismático.
¿Quién necesita un gurú? ¿Cuál es la parte de nosotros que necesita proyectarse en un héroe, un campeón, un santo, un genio, para divinizarlo? Creo que el ego necesita un gurú, y que el ser esencial solo necesita enseñantes.
El ego es la parte de nosotros que fue formada por la familia (y, más allá, por la sociedad y la cultura). Por consiguiente, está sediento de jerarquia, ya sea para convertirse en jefe o para gozar de su puesto subalterno. No puede vivir sin tener padres, no soporta la perspectiva de volverse huérfano. Por esto, el ego necesita milagros, abrazos, confirmaciones, necesita admirar ciegamente a quien le propone su ayuda. Cuando el ego está enfermo, se fija en el dedo del maestro en lugar de dirigir su mirada hacia la luna, fuente de luz. Cuando se está sanando, es decir cuando se pone al servicio del ser esencial, el ego ve al gurú como profesor, es decir como reflejo de su proprio maestro interior. El nivel más adulto es considerar el gurú como enseñante, es decir como una herramienta que nos permite llegar a ser lo que somos.
Por esto, la tradiciones espirituales honestas se preocupan no de sucesión (“¿quién va a recuperar el ashram? ¿quién es digno de vestirse con el traje del maestro? ¿quién es el discipulo preferido?”) sino de transmisión (“¿cuál es la esencia de las enseñanzas? ¿cómo se pueden transmitir en la forma más clara y accesible? ¿cómo podemos desaparecer para que solo brille la luz de la conciencia?”)”
Me parece muy interesante observar los matices entre lo que es un enseñante, un profesor, y un gurú carismático.
¿Quién necesita un gurú? ¿Cuál es la parte de nosotros que necesita proyectarse en un héroe, un campeón, un santo, un genio, para divinizarlo? Creo que el ego necesita un gurú, y que el ser esencial solo necesita enseñantes.
El ego es la parte de nosotros que fue formada por la familia (y, más allá, por la sociedad y la cultura). Por consiguiente, está sediento de jerarquia, ya sea para convertirse en jefe o para gozar de su puesto subalterno. No puede vivir sin tener padres, no soporta la perspectiva de volverse huérfano. Por esto, el ego necesita milagros, abrazos, confirmaciones, necesita admirar ciegamente a quien le propone su ayuda. Cuando el ego está enfermo, se fija en el dedo del maestro en lugar de dirigir su mirada hacia la luna, fuente de luz. Cuando se está sanando, es decir cuando se pone al servicio del ser esencial, el ego ve al gurú como profesor, es decir como reflejo de su proprio maestro interior. El nivel más adulto es considerar el gurú como enseñante, es decir como una herramienta que nos permite llegar a ser lo que somos.
Por esto, la tradiciones espirituales honestas se preocupan no de sucesión (“¿quién va a recuperar el ashram? ¿quién es digno de vestirse con el traje del maestro? ¿quién es el discipulo preferido?”) sino de transmisión (“¿cuál es la esencia de las enseñanzas? ¿cómo se pueden transmitir en la forma más clara y accesible? ¿cómo podemos desaparecer para que solo brille la luz de la conciencia?”)”
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