jueves, 26 de enero de 2012

Juzgar, juzgar, juzgar

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Juzgar, juzgar, juzgar… Observo que las mayorías de las personas se pasan la vida juzgándose unas a otras. Yo intento zafarme de eso, aunque a veces me descubro haciendo lo mismo, y es una actitud que debo eliminar totalmente de mi vida, totalmente, es la actitud más dañina que podemos tener, y no sólo por los demás, por los que son juzgados, sino por nosotros mismos…
Cada vez que juzgué a alguien, la vida me puso en su misma situación. Eso me ha hecho darme cuenta de muchas cosas, he aprendido cantidades sobre el tema y cada vez juzgo menos, o al menos lo intento, y lo bueno de ello es que ahora, al juzgar a alguien (Es muy difícil no hacerlo en determinadas situaciones), soy consciente de ello y me arrepiento casi al segundo, entonces intento pensar que tal vez tuvo sus motivos para actuar de esa manera. Espero que al adquirir consciencia, hasta que consiga eliminar totalmente esta actitud adoptada, aprendida, consiga frenar el efecto boomerang.
Nadie, absolutamente nadie en esta vida, ni es tan bueno ni tan malo como pueda resultar a nuestros ojos. Nosotros tampoco ante los ojos de los demás. Podemos intentar ser personas íntegras, verdaderas, educarnos para ser las mejores personas, y en un momento dado alguien viene y te cuenta lo mal que lo hizo el amigo, el vecino, el cartero… ¡Fíjate, cómo puede haber hecho eso! Y tú contestas… “Es verdad, es un cabrón…” Ya estamos juzgando” “¿Cómo pudo haber hecho eso?” “… y se merece que le ocurra lo peor… ojalá le pase ésto y ésto y ésto, porque es lo que se merece…..”
Bien… Pues la vida que es sabia te va a hacer pagar con creces esas palabras, más tarde o más temprano te las acabas comiendo. ¿Porqué? Pues por juzgar, por condenar en un segundo algo que otros nos dicen de una tercera persona, sin corroborarlo, en primer lugar, sin oir su versión, sin haber tenido la más mínima decencia (nosotros, que somos quienes no la tenemos, no el condenado) de ponernos en sus zapatos. Por eso. Y entonces la vida dice… ¡ajajá, con que tomándote la justicia por tu cuenta, condenando sin darle la oportunidad de que se explique… Pues yo te voy a enseñar”… Y te enseña… ¡Vaya que si te enseña!!! Lo que ocurre es que la gran mayoría de la gente no es consciente de esto, se pasan años buscando una explicación para la mala suerte que han tenido en tal o cual aspecto de su vida, porque claro, en la vida todo es cuestión de mala suerte, pero no se les ocurre pensar jamás que a veces ellos fueron quienes provocaron esa situación, porque antes, por haber actuado exactamente igual, juzgaron y condenaron a otros.
ES difícil comprender mis palabras si no somos conscientes de que ésto es así, pero una vez adquieres esa consciencia, todo resulta más fácil. Eliminar la triste lacra que existe en nuestra sociedad de criticar, juzgar y condenar a otros, se puede hacer, se puede conseguir. ¿Saben cómo? Pues entendiendo que en esta vida todos  formamos parte de una unidad, que no somos seres independientes, por mucho que lo parezcamos, que no, que lo que te pase a ti me está pasando a mí en este mismo instante y para eso no es necesario que seamos gemelos bivitelinos, que todo nos afecta, que todo nos influye por muy lejos que queramos lanzar la piedra. Y unos vemos la vida de forma diferente a otros, no porque la vida sea distinta, es la misma, todo es cuestión de perspectiva. Y no todos vemos las cosas de la misma manera. Entonces, si todos forman parte de mí, todos deben ser felices para que yo sea feliz y yo debo ser feliz para que todos sean más felices. Si yo estoy provocando que una sola persona en este mundo sufra, yo sufriré. Llamémoslo remordimiento, conciencia de haber actuado mal, llamémoslo como queramos, pero la única palabra que lo resume es “infelicidad”. Yo he provocado mi propia infelicidad habiendo hecho que otro de los seres vivos de este mundo sea infeliz… Y me da igual que ese ser sea una persona, un animal o una planta… Es lo mismo… Y en este preciso instante acabo de comprender lo de mis plantas. Yo siempre digo que a mí se me mueren las plantas porque me olvido de ellas, se me olvida regarlas, cuidarlas… Y lo digo riéndome,como algo muy gracioso… Hoy mismo, hace escasamente dos horas, fue la última vez que lo hice. Y ahora entiendo que no tiene maldita la gracia. Que si no las quiero cuidar o no soy capaz de hacerlo, nunca debí tenerlas, pero si las compro, o si me las regalan, que por algo me habrán hecho ese regalo, ya que yo lo he aceptado, tengo el deber de cuidarlas porque también son seres vivos como yo, porque sienten, porque tienen vida.
¡Dios mío! Lo que aprendemos cuando nos ponemos a escribir, cuando nos leemos, cuando nos damos permiso para escucharnos… ¡Ah! Cada día descubro algo nuevo, gracias Dios, gracias Universo, gracias Ser Superior, gracias Voz Interior, por hacerme comprender cosas que parecen tan pequeñas y que a la vez son tan grandes, que me hacen dar un pasito más cada día para poder llegar a ser mejor persona. Gracias.
Carmen Vélix

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