¿Qué es la caridad, Maestro?
Una canción vuestra, dice: "El hombre que inventó la caridad, inventó al pobre y le dio pan". Y esta canción habla precisamente de vuestra pobre concepción de la caridad.
Esa que vosotros llamáis virtud, existe porque existen los pobres que vuestra forma de vivir propicia.
Solo da quién posee, y por tanto lo dado viene manchado en origen de posesividad y avaricia.
Se debe compartir lo que está a disposición del hombre y su distribución debe ser justa.
Vuestra caridad entendida dentro de la sociedad es una forma de decir al pobre que es un desgraciado, y al tirarle la moneda a su sombrero raído le estáis gritando que pertenece a otro estamento, que no es como vosotros, que debe resignarse ...y en definitiva le apartáis como bicho apestoso.
Haced vuestra máxima: "A todos lo necesario, a ninguno lo superfluo". Entonces, ¿no debemos dar limosna?
Permíteme hijo mío que te pregunte a su vez: ¿Quién de vosotros sabe dar?, ¿cuándo dais qué satisfacéis en realidad, vuestro ego o la verdadera necesidad que se os presenta delante?
Vosotros dais hoy y mañana reclamáis diciendo: "Yo di y dadme ahora a mi". Esto querido mío no es una dación, sino un préstamo a largo o corto plazo y una forma de alabar vuestro ego llamándoos a vosotros mismos generosos.
Son poquísimos los que saben dar y aún menos los que saben recibir.
Cuando regaláis a Juan, esperáis que al año siguiente Juan os regale a su vez y por tanto más que caridad es un mercado de intereses.
Sí hoy os dan, lo recibís con ánimo de devolver mañana y por tanto lo aceptáis con la mano, pero no con el corazón pues lo tomáis a préstamo y en ese caso forzáis la caridad del otro.
La caridad es otra cosa, pues lo que se da con esta virtud no son medios materiales, sino espirituales, pero, ¿cuántos pueden dar?, ¿dónde están los ricos de espíritu del planeta?
No te entiendo muy bien, Maestro.
Hijo mío, la caridad en vuestro orden nace de la tremenda desigualdad que separa a uno de otro.
Caridad es sonreír ante la injuria, poner el otro carrillo ante el golpe, dar un pequeño empujón silencioso a la carga de tu hermano, acariciar el dolor del que se duele o sufrir con el sufrimiento del desgraciado. Entonces, ¿tú no das monedas o bienes materiales? Mete tu mano en mí bolsa y dime lo que encuentras. Aquí solo hay unas sandalias viejas.
Y aún querido mío, soy rico comparado con los que caminan descalzos por sendas pedregosas. Cuanto menos tengo, más libre soy y mí mente menos se ocupa en las preocupaciones de conservarlo o de cuidarlo.
Cuando haya dado las sandalias al descalzo y no me quede nada para dar, será cuando realmente empiece la caridad para mí, pues lo que ahora me toque dar será parte de mí mismo, parte de mi ego, de mí esencia insustituible.
Ciertamente Maestro lo que me dices de la caridad no es muy bien entendido entre nosotros.
Aprender a dar y recibir con espontaneidad sin que mentalmente añadáis a la acción ningún complejo o doble intencionalidad de cálculo o de espera de compensación y participar con la alegría del que recibe pues es "dando que automáticamente se recibe" en bienes espirituales y maravillosos, pero recordad que hay que saber cuándo y cómo se debe dar.
Dice el poeta:
Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del Dar:
Y él respondió:
Dais muy poco cuando dais lo que es vuestro como patrimonio.
Cuando dais algo de vuestro interior es cuando realmente dais.
¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por temor a necesitarlas mañana?
Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacía la ciudad santa? ¿Y qué es el temor a la necesidad, sino la necesidad misma?
¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?
Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto daña sus regalos.
Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.
Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca estará vacío.
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su fortuna.
Y hay quienes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.
Dan como el mirto, que en el hondo valle ofrece su fragancia a los aires.
A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y desde el fondo de sus ojos, E1 sonríe sobre el mundo.
Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquél que recibirá es mayor alegría que el dar mismo.
¿Y hay algo, acaso, que pueda guardarse?
Todo lo que tenéis será entregado a1gún día:
Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos. Decís a menudo: "Darla, pero sólo a quien lo mereciera".
Los árboles en vuestro huerto no hablan de este modo, ni los rebaños en vuestra pradera.
Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.
Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches, merece de vosotros todo lo demás.
Y aquel que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestra pequeña fuente.
¿Habrá un mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza no la caridad del recibir?
¿Y quiénes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su soberbia, para atreveros a ver desnudos sus merecimientos y sin vacilaciones su soberbia?
Mirad primero sí vosotros mismos merecéis dar y ser el instrumento de dar.
Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois más que testigos.
Y vosotros, los que recibís y todos vosotros sois de ellos no asumáis el peso de la gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.
Elevaos, más bien, con el dador en su dar como en unas alas.
Porque exagerar vuestra deuda es no comprender su generosidad, que tiene el libre corazón de la tierra como su madre y a Dios como su padre.
Una canción vuestra, dice: "El hombre que inventó la caridad, inventó al pobre y le dio pan". Y esta canción habla precisamente de vuestra pobre concepción de la caridad.
Esa que vosotros llamáis virtud, existe porque existen los pobres que vuestra forma de vivir propicia.
Solo da quién posee, y por tanto lo dado viene manchado en origen de posesividad y avaricia.
Se debe compartir lo que está a disposición del hombre y su distribución debe ser justa.
Vuestra caridad entendida dentro de la sociedad es una forma de decir al pobre que es un desgraciado, y al tirarle la moneda a su sombrero raído le estáis gritando que pertenece a otro estamento, que no es como vosotros, que debe resignarse ...y en definitiva le apartáis como bicho apestoso.
Haced vuestra máxima: "A todos lo necesario, a ninguno lo superfluo". Entonces, ¿no debemos dar limosna?
Permíteme hijo mío que te pregunte a su vez: ¿Quién de vosotros sabe dar?, ¿cuándo dais qué satisfacéis en realidad, vuestro ego o la verdadera necesidad que se os presenta delante?
Vosotros dais hoy y mañana reclamáis diciendo: "Yo di y dadme ahora a mi". Esto querido mío no es una dación, sino un préstamo a largo o corto plazo y una forma de alabar vuestro ego llamándoos a vosotros mismos generosos.
Son poquísimos los que saben dar y aún menos los que saben recibir.
Cuando regaláis a Juan, esperáis que al año siguiente Juan os regale a su vez y por tanto más que caridad es un mercado de intereses.
Sí hoy os dan, lo recibís con ánimo de devolver mañana y por tanto lo aceptáis con la mano, pero no con el corazón pues lo tomáis a préstamo y en ese caso forzáis la caridad del otro.
La caridad es otra cosa, pues lo que se da con esta virtud no son medios materiales, sino espirituales, pero, ¿cuántos pueden dar?, ¿dónde están los ricos de espíritu del planeta?
No te entiendo muy bien, Maestro.
Hijo mío, la caridad en vuestro orden nace de la tremenda desigualdad que separa a uno de otro.
Caridad es sonreír ante la injuria, poner el otro carrillo ante el golpe, dar un pequeño empujón silencioso a la carga de tu hermano, acariciar el dolor del que se duele o sufrir con el sufrimiento del desgraciado. Entonces, ¿tú no das monedas o bienes materiales? Mete tu mano en mí bolsa y dime lo que encuentras. Aquí solo hay unas sandalias viejas.
Y aún querido mío, soy rico comparado con los que caminan descalzos por sendas pedregosas. Cuanto menos tengo, más libre soy y mí mente menos se ocupa en las preocupaciones de conservarlo o de cuidarlo.
Cuando haya dado las sandalias al descalzo y no me quede nada para dar, será cuando realmente empiece la caridad para mí, pues lo que ahora me toque dar será parte de mí mismo, parte de mi ego, de mí esencia insustituible.
Ciertamente Maestro lo que me dices de la caridad no es muy bien entendido entre nosotros.
Aprender a dar y recibir con espontaneidad sin que mentalmente añadáis a la acción ningún complejo o doble intencionalidad de cálculo o de espera de compensación y participar con la alegría del que recibe pues es "dando que automáticamente se recibe" en bienes espirituales y maravillosos, pero recordad que hay que saber cuándo y cómo se debe dar.
Dice el poeta:
Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del Dar:
Y él respondió:
Dais muy poco cuando dais lo que es vuestro como patrimonio.
Cuando dais algo de vuestro interior es cuando realmente dais.
¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por temor a necesitarlas mañana?
Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacía la ciudad santa? ¿Y qué es el temor a la necesidad, sino la necesidad misma?
¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?
Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto daña sus regalos.
Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.
Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca estará vacío.
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su fortuna.
Y hay quienes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.
Dan como el mirto, que en el hondo valle ofrece su fragancia a los aires.
A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y desde el fondo de sus ojos, E1 sonríe sobre el mundo.
Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquél que recibirá es mayor alegría que el dar mismo.
¿Y hay algo, acaso, que pueda guardarse?
Todo lo que tenéis será entregado a1gún día:
Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos. Decís a menudo: "Darla, pero sólo a quien lo mereciera".
Los árboles en vuestro huerto no hablan de este modo, ni los rebaños en vuestra pradera.
Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.
Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches, merece de vosotros todo lo demás.
Y aquel que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestra pequeña fuente.
¿Habrá un mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza no la caridad del recibir?
¿Y quiénes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su soberbia, para atreveros a ver desnudos sus merecimientos y sin vacilaciones su soberbia?
Mirad primero sí vosotros mismos merecéis dar y ser el instrumento de dar.
Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois más que testigos.
Y vosotros, los que recibís y todos vosotros sois de ellos no asumáis el peso de la gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.
Elevaos, más bien, con el dador en su dar como en unas alas.
Porque exagerar vuestra deuda es no comprender su generosidad, que tiene el libre corazón de la tierra como su madre y a Dios como su padre.
¡Llévame Padre contigo a reconciliarme y fundirme en el principio de nosotros mismos!
¡Pórtame a la fuente de tu idea y déjame caminar por tu imaginación activa!
¡Enséñame tus limites eternos, anda con mis pies, mira con mis ojos y toca con mis manos, haciendo el camino del regreso cuando éramos una idea reposada!
¡Traspásame desde la noche al perpetuo día de la luz!
¡Enséñame el pozo de agua viva donde nace el conocimiento inmaterial de tus ideas y fúndeme en un suspiro sin tiempo y sin espacio!
...Asi deseo caminar, exento de ataduras y de afectos impersonal y confundido entre tu armonía, siendo una nota de tu eterno canto, viajando y contemplándote en mi mismo, consciente y vivo, respirándote, sintiéndote y emanando tu existencia en mi mismo.
¡Llévame contigo!.
¡Pórtame a la fuente de tu idea y déjame caminar por tu imaginación activa!
¡Enséñame tus limites eternos, anda con mis pies, mira con mis ojos y toca con mis manos, haciendo el camino del regreso cuando éramos una idea reposada!
¡Traspásame desde la noche al perpetuo día de la luz!
¡Enséñame el pozo de agua viva donde nace el conocimiento inmaterial de tus ideas y fúndeme en un suspiro sin tiempo y sin espacio!
...Asi deseo caminar, exento de ataduras y de afectos impersonal y confundido entre tu armonía, siendo una nota de tu eterno canto, viajando y contemplándote en mi mismo, consciente y vivo, respirándote, sintiéndote y emanando tu existencia en mi mismo.
¡Llévame contigo!.
Un hermano en el camino
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