Es tiempo de soltar. Aquí dejo todo lo que me hace daño. Es tiempo de ser más fluido con la gente, conmigo mismo. Es momento de dejar ir, de permitir que el viento me despeine y me sacuda; que se lleve el resentimiento, que mi alma perdone deudas y deudores. Es tiempo de que me perdone a mí mismo; ya me regañé bastante. Fueron muchas las piedras que yo mismo puse en mi camino; los puentes dinamitados, para autocastigo ya estuvo bien; elijo el camino de la aceptación; es más barato.
Acepto y entiendo que merezco empezar de cero; con el alma transparente, y el espíritu tranquilo. En mi vida, a partir de ahora, lo que ha de ser, será. Entiendo que por más que me angustie, no agregaré un centímetro a mi estatura; Jesús tenía razón. Es tiempo de relajarme. Dios no me está juzgando. Así que, ¿por qué habría yo de hacerlo?
Es hora de levar anclas, de liberar cosas, de soltar gente. Nadie tiene porqué ser como yo quiera. Así están perfectos. Así ha funcionado hasta este momento su vida. ¿Qué mejor prueba podría pedir para convencerme? Me dedico a atender lo mío, a refundarme. Viene bien tirar lo que ya no sirve, perdonar. Entre ser feliz y tener razón, elijo lo primero. Tener la razón es el peor de los desgastes, pues te quita el sueño intentando corregir al universo.
Es hora de soltar, de confiar más en Dios y menos en la apariencia de este mundo convulso. Me dejo ir. La vida me conduce. Quiero comenzar de nuevo con un corazón joven, que brinque de gusto con los cantos que anuncian el día. Como cuando éramos niños. ¿Te acuerdas? Un alma que sea capaz de asombrarse con el amarillo de los girasoles, de ver en el cielo un milagro pintado de azul y no sólo un día más, llano y simple. Es tiempo de soltar y maravillarme. He estado demasiado ocupado para ver las estrellas.
Elijo mirar la sonrisa del sol. Elijo abrazar al aire. Me ama lo suficiente para mantenerme con vida. ¿Qué mejor prueba de amor? Afortunadamente, se me dio la facultad de elegir. Elijo controlar a mis propios demonios. Es más, he decidido darles vacaciones. Es tiempo de soltar, de levar anclas, de dejarme en paz. De tanto pelear conmigo mismo, se me estaba olvidando a qué sabe la sonrisa.
Qué estupendo es cuando no controlas a nadie, cuando no pides cuentas, cuando tiras a la basura los rencores. A partir de ahora quiero ser más justo; la vida no es un tablero de ajedrez, ni las personas caballos o alfiles. Trato a la gente como me gustaría que me trataran.
Si algo nos debemos, te ofrezco un abrazo, te pido una disculpa. Yo ya me perdoné. ¿Podrías hacerlo tú también? Yo te invito. Renovación es una palabra muy comprometedora... ¡te obliga a caminar sin excusas! Sin nadie a quien echarle la culpa de nada. Pero definitivamente es el camino al cielo.
Nada es casualidad, no hay accidentes en el mundo de la voluntad. Por eso, sea cual sea la razón por la que estés leyendo estas líneas, elijo creer que Dios nos permitió crear este lazo, aún cuando ni siquiera nos hayamos visto. Elijo creer que estamos dispuestos a sembrar más sonrisas en nosotros mismos y en la gente. Te deseo que, ahora y siempre, estés lleno de bendiciones.
Si sueltas; tendrás las manos libres para recibir cosas nuevas.
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