Primero existe el pensamiento. La experiencia es siempre secundaria. Nunca es al revés, no se experimenta y después se basa el pensamiento en ello. La experiencia es siempre un reflejo de lo que piensas. La claridad y el reconocimiento de tu propio poder son el punto de partida. Tus pensamientos forman tu mundo todo el tiempo. No a veces, siempre.
Fluctúas porque estás bombardeado por muchas vibraciones de control de frecuencias que intentan impedir que veas claro. Como especie, tienes que tener el firme propósito de permanecer en la claridad, centrado y de estar siempre en el presente. Deja de vivir en el futuro o en el pasado, vive siempre en el ahora.
Di para tus adentros:
- «¿Qué quiero? Quiero acelerar mi evolución personal. Quiero que el Espíritu me asista en mayor medida. Deseo que mi cuerpo se regenere. Quiero emanar salud. Estoy dispuesto a dejar las dificultades para poder ser un ejemplo viviente de lo que el ser humano puede llegar a ser».
Vigila tus pautas. Si te das cuenta que estás negando que tú has creado una parte de tu experiencia, y que no quieres ser dueño de tu creación, limítate a observarlo.
Di:
- «¿No es interesante? Lo hago todo el tiempo: no quiero ser dueño de lo que estoy creando. Si no me gusta, le echo la culpa a otro. Déjame ver durante cuánto tiempo lo hago y permíteme encontrar una solución para desarrollar una pauta de comportamiento diferente».
- «Aceptaré la responsabilidad por todo aquello en lo que participe. Aceptaré la responsabilidad por todo lo que me suceda. Si no me gusta lo que me está pasando, empezaré a preguntarme por qué genero cosas que no me gustan. Quizá lo hago para centrar mi atención en algo y poder cambiar aquello que realmente no me funciona y que no soy capaz de ver».
Si estás caminando por la calle y alguien te dice:
- «Te estoy apuntando con una pistola; dame tu cartera», actúa como si se te estuviese otorgando una oportunidad para tu mayor crecimiento.
Podrías ser capaz de sanar algo; se te podría estar dando la oportunidad de hacer algo que te da miedo.
No tengas miedo de lo que has creado. Confía en aquello que creas. Confía en que siempre hay en ello algo para ti. No escondas tus dramas debajo de la alfombra como si fuesen unas cosas viejas y horribles y como si no quisieras volver a verlas. Acaba con esos dramas; deja de dar vueltas alrededor de ellos y deja de estar perdido en ellos. Sin embargo, comprende que el drama que has tenido con tu madre, con tu hermano, con tu hermana o con tu amante, es algo que puedes utilizar veinte años más tarde para llegar a darte cuenta de algo completamente nuevo.
De manera que permite que estos dramas sean como un archivo para ti. Acábalos, resuélvelos lo mejor que puedas, crea paz, acepta tu parte en ellos, y luego déjalos ir atrás en tu consciencia para que te enseñen algo. Deja que sean tesoros de tu experiencia más que obstáculos que quieres pasar por encima. Las emociones están conectadas con todo esto y, recuerda, las emociones te pueden llevar a otras esferas de actividad.
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